Casas abandonadas. VIII.
Relato breve.
Arrimada a la cerca , con desgano veía pasar la vida de los otros, porque la suya ya era vivida.
Inmensa en ropas dadas de diferentes procedencia con zapatos confeccionados en duras suelas de pies descalzos, con cabellos teñidos y ondulantes, soplados en noches de insomnio, y días de amor, los ojos eran dos grandes lágrimas de vidrio facetado, y toda ella tenía un no sé qué de decadencia de zona de opulencia.
La veían y no la veían al pasar , los que sabían de la época cuando la cadera era firme y los pechos grandes como globos imaginarios, que a base de fuego se elevaban al cielo.
Su sonrisa era la mueca de todas las risas recibidas, el resumen, la etapa final, que no sabe de evaluaciones, y donde la fiereza de los años, deja la gacela en la pradera.
Junto al alcohol bebido desde siempre, de manera pausada y tarda pasaron los días y las horas, y en degradada instancia esperaba que alguién la invitara a ir algún rincón oscuro, donde en un ritual de espanto, levantaba la falda y llegaba a ser deseada y querida por un instante, en alguna caricia recibida.
Dicen voces insondables , donde hablan los yuyos de un aislado jardín, junto a los cartones coarrugados usados de lecho y frazada, que muchas noches, mientras caminaba, reía y cantaba…
Un día el facsímile de mujer se marchó. La bruja dirían algunos, un peligro, una pobre mujer, una loca, una molestia, una indecencia, y me quedo con lo que dijo el italiano, viejo compañero de correrías…
Yo la conocí jóven, era tan linda.!.. se perdió cuando dejó de elegir…Tenía la vida dejada, nada más.
•Foto de Stella de una casa quinta abandonada. Album Blanco y Negro.