Cuando niño, la leche venía en botellas de vidrio, con la tapita de cartón se jugaba a la arrimadita, los chocolatines tenían figuritas que se pegaban en el album con engrudo hecho de harina y agua. Existía la única, sellada !
En mi barrio pobre de repuesteros, pocos tenían bicicleta para disfrutar.
Pero la esperanza siempre me dejo un manillar para sostenerme, pedales para ser más rápido, válvulas para calibrar, frenos para no chocar, cadena para girar, y un timbre para no pasar desapercibido.
Con el inflador pequeño, di aire a las ideas, con los aros, y sus rayos de luz, forme las ruedas que guiaron la largada hasta romper la cinta de la meta final.
Siempre tuve la chiva más linda, la más verde, la más veloz, la campeona, la olímpica.
Lástima que nadie la veía, solamente yo!
PD. Éste cuento, El abuelo Eusebio, y otros tienen menos de 1000, caracteres, incluídos los espacios, títulos y seudónimo, y fueron redactados para ser leídos en la radio, la que eligió los temas.